Palacio del Infante Don Juan Manuel: un hotel para mimarse en un entorno repleto de historia
30.09.21 Irene S.
Inmersos como estamos en una época de auge del turismo local y de interior, Castilla-La Mancha se posiciona como un destino de fin de semana perfecto gracias a su cercanía de la capital y a su inmensa riqueza histórica, natural, gastronómica y, en los últimos tiempos, enológica. Para hacer, hay mil planes aptos para todos los gustos y para alojarse, nada mejor que elegir entre los establecimientos que engloba el sello de calidad Red de Hospederías de Castilla-La Mancha, una iniciativa de la Junta que nace en 2019 para dinamizar el sector turístico en la zona, impulsar el desarrollo rural y crear experiencias únicas para el viajero a través de sus alojamientos más singulares.
Los establecimientos que forman parte de la Red de Hospederías de Castilla-La Mancha –seis, actualmente– son independientes y distintos entre sí, pero comparten una serie de parámetros de calidad: están asentados en edificios de interés patrimonial; defienden los encantos de la región tanto a través de sus servicios como de su oferta culinaria –basada en el recetario y la despensa locales– y velan por la conservación de la cultura y del medio ambiente. Todos estos valores definen al Hotel & Spa Palacio del Infante don Juan Manuel, situado en la que fuera la primera fortaleza de Belmonte –uno de los municipios patrimonialmente más ricos, tanto de la provincia de Cuenca como de toda Castilla-La Mancha–, construida por orden de don Juan Manuel en el año 1323 sobre una anterior edificación visigoda. Fue el lugar de nacimiento de don Juan Pacheco –primer marqués de Villena, quien ordenaría la construcción del actual Castillo de Belmonte– y en 1499 convertido en monasterio de las religiosas de Santa Catalina de Sena, que permanecieron en el palacio hasta 1960. Décadas después, fue adquirido por la Junta y transformado en hospedería, en un primer momento con la idea de ser una Venta del Quijote que diera hospedaje a los viajeros de la ruta, aunque finalmente, bajo la gestión de un empresario local, se convirtió en un hotel boutique de cuatro estrellas con todos los servicios para el huésped más exigente y hedonista.
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Entre los muros de este edificio cargado de historia, que ha sido completamente rehabilitado pero que conserva la esencia de la arquitectura originaria, se encuentran 39 espaciosas habitaciones situadas alrededor de un hermoso claustro central, todas ellas con estupendas vistas, bien al castillo del marqués de Villena –del siglo XV– y a la colegiata de San Bartolomé, bien al impresionante atardecer de la llanura manchega o al patio castellano del hotel. Destacan especialmente las dos suites, distribuidas en dos plantas, dotadas de un acogedor salón con chimenea y con capacidad para hasta cuatro y cinco personas, respectivamente.
El hotel dispone, tanto para sus huéspedes como para clientes no alojados, de un completo spa con piscina de agua fría, dos piscinas de agua caliente, sauna, baño turco, pediluvio y dos cabinas de masaje –una de ellas doble– donde se ofrece una buena variedad de tratamientos de belleza con productos naturales y masajes impartidos por fisioterapeutas. Cuenta también con un bar-cafetería que abre de 11:30 a 00:00 h y dispone de una bonita terraza con vistas al castillo y con un restaurante, Los Alarifes, que debe su nombre a los maestros de obra andalusíes que construyeron en el siglo XIV el primer alcázar de Belmonte sobre el que se sitúa el hotel.
Inspirándose también en la maestría de estos constructores, cuya obra sigue en pie transcurridos los siglos, el equipo de Los Alarifes pone en valor la cocina tradicional manchega centrándose sobre todo en los platos de caza mayor, una de las especialidades de la casa. Entre los entrantes de la carta destacan, ahora en otoño, la ensalada de perdiz roja de monte escabechada, la sopa de ajo morado de las Pedroñeras, el morteruelo conquense, el paté casero de corzo con trufa negra y los filetitos de venado a la orza en adobo fino. En los principales, pueden encontrarse alubias plancheta con perdiz roja de monte, steak tartar de venado, lomo de corzo con vino tinto, miel de romero y chalotas, costillar de gamo asado y caldereta de cordero manchego lechal, entre otras propuestas. Se ofrecen, además de la carta, un menú degustación a 42,50 € (55 € con maridaje), un menú de fin de semana (30 €) y un menú del día a 22 €. El restaurante atesora además una extensa bodega en la que priman los vinos españoles –hay también una buena representación de champagnes–, con especial atención a los de manufactura local.
El Palacio del Infante don Juan Manuel es perfecto para sumergirse en los encantos de Belmonte y su entorno. En el pueblo destacan el citado castillo de Belmonte, la colegiata de San Bartolomé y el museo Casa Bellomonte y, en los alrededores, los municipios de Mota del Cuervo, El Toboso o Campo de Criptana, descritos en la célebre obra de Cervantes. Desde el hotel se ofrecen visitas guiadas al castillo, excursiones en bicicleta o en quad y planes de enoturismo. Su pack Vino y Relax, por ejemplo, incluye dos noches de alojamiento, desayuno a base de repostería artesana y productos y platos calientes de la zona –quesos de La Mancha, flores manchegas, migas, pisto…–, visita con cata de vinos a la cercana bodega Mont Reaga y acceso al spa del hotel para rematar la jornada.