
En pleno corazón de Madrid, cuando la ciudad aún se curaba de las heridas de la guerra, nacía en 1943 una pequeña tienda que con el tiempo se convertiría en sinónimo de sabor, tradición y autenticidad: La Azucena. Fue Melchor de la Hija quien, inspirado por el buen hacer de las pataterías del momento, decidió comenzar a cortar patatas a mano con una mandolina de madera y freírlas en una pequeña freidora de carbón. Así, con humildad y mucho oficio, nacía una marca destinada a convertirse en referencia del aperitivo madrileño.
Desde su primer local, donde los cucuruchos amarillos de papel de estraza se llenaban con patatas recién salidas del aceite y se entregaban aún humeantes, La Azucena fue ganándose un hueco en los hogares de la capital. No era raro ver colas los fines de semana para llevarse este manjar crujiente y dorado. El aroma a patata frita artesanal, cortada fina y con el punto exacto de sal, se convirtió en seña de identidad.
Años más tarde, la tienda se trasladó a la calle Virgen de la Monjía, 2, un local algo más amplio donde Melchor continuó su labor, esta vez con el despacho en el frontal y la vivienda familiar en la parte trasera, como era costumbre entonces. Este mismo establecimiento, cargado de memoria y autenticidad, sigue hoy abierto y mantiene viva la esencia de sus inicios.
En los años 70, su hijo Fernando de la Hija tomó el testigo y apostó por el crecimiento, introduciendo el reparto a domicilio por todo Madrid y consolidando unas instalaciones que permitieran mantener la esencia artesanal en una producción a mayor escala. Gracias a él, La Azucena comenzó su expansión sin perder el alma que la había hecho única.
Hoy, más de 80 años después, siguen fieles a sus raíces. Las patatas se repelan a mano, se fríen con aceite 100% de girasol refinado y se salan justo al gusto. Nada de aditivos, solo calidad, tradición y mucho mimo en cada bolsa. Además, trabajan en contacto directo con agricultores nacionales para asegurar la mejor patata según la temporada, buscando siempre la excelencia del producto.
La Azucena no solo es sinónimo de patatas fritas. Su gama se ha ampliado con el tiempo para ofrecer una experiencia completa de aperitivo: cortezas crujientes, snacks variados, frutos secos seleccionados de origen nacional, gominolas, caramelos artesanos —como sus emblemáticas violetas madrileñas—, y una cuidada selección de aceitunas y encurtidos, donde destacan las de Campo Real.
Y para quienes no puedan acercarse a la tienda física, su tienda online permite disfrutar de estos sabores de siempre con envíos rápidos en 24-72h y gratuitos a partir de 35€.
En La Azucena, cada bocado es una vuelta a los sabores de antes, a la tradición que no caduca, a un Madrid que sigue friendo sueños dorados desde 1943.
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